La política, reñida con la deportivitis

No me sorprende que el encuentro de fútbol disputado el pasado sábado entre el Real Madrid y el Barcelona lograra una audiencia superior a la que generó en su día el debate entre los candidatos del PP y el PSOE a la presidencia. Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba, en pleno apagón económico y laboral, no pudieron competir con una justa deportiva que, más allá de la real afición, despierta sobre todo pasiones estúpidas en ambas hinchadas. Que el fútbol sea cada vez más un fenómeno de masas, mientras se impone el desinterés por la política, es un síntoma del cuadro patológico que aqueja a muchas sociedades, no sólo a la española. Sublimar la relación que mantiene un sujeto con un balón hasta extremos adictivos, es propio de mentes obtusas. Y estos fanáticos unidireccionales son los mismos que alardean de sus fobias políticas, sin conocimiento ni causa.

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