Cumbres que agonizan

La última Cumbre Iberoamericana demostró que esta cita puede morir por inanición, a menos que se cambien radicalmente formatos y contenidos. La ausencia en Asunción de los presidentes de Argentina, Brasil, Costa Rica, Colombia, Cuba, El Salvador, Honduras, Nicaragua, República Dominicana, Uruguay y Venezuela, que fueron representados por altos cargos de sus gobiernos, es un síntoma del desfallecimiento de una cumbre excesivamente protocolaria y de resultados inciertos. Además, la grave crisis que afecta a España achica todavía más un escenario en el que la mayoría de los actores andan urgidos de inyecciones económicas que el país ibérico nunca ha estado en condiciones de ofrecer o gestionar; menos aún en tiempos de recesión, en los que algunas potencias emergentes como China están desembarcando en la región con todos sus pertrechos. Son varias las veces que se ha planteado la posibilidad de convocar la cumbre cada dos años para evitar el desgaste anual; y también han sido varias las veces en que se ha invocado la necesidad de revitalizarla. Sin embargo, la inercia se ha impuesto, lo que provoca declaraciones tan pesimistas como la lanzada por el Presidente de Bolivia, Evo Morales, al término de la reunión de Paraguay. Por supuesto, el dirigente boliviano aprovechó el decaimiento de la cumbre para arrimar el ascua a su sardina, en forma bastante burda por cierto.

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