La hipérbole del 11-S

Los atentados del 11-S en Estados Unidos tuvieron una relevancia excepcional y constituyeron un drama de primera magnitud. El elevado número de víctimas, el territorio donde se llevó a cabo la misión suicida y las consecuencias de la misma en cuanto al reforzamiento de la seguridad, la multiplicación de los abusos de Estado en nombre del antiterrorismo, el auge del neoconservadurismo y el recorte de las libertades individuales en aras de la seguridad del colectivo, otorgan una especial trascendencia a los sucesos acaecidos hace ya diez años. Sin embargo, y subrayada la importancia de los mismos, se antoja excesiva, mucho, la cobertura informativa que se está prestando al 11-S en un planeta que sigue padeciendo muy graves tiritonas en amplias regiones donde la población autóctona se halla sobreexpuesta a la hambruna, la miseria, la explotación, el desabrigo o la opresión. Si dedicáramos a estas carencias el cinco por ciento de las energías que se han invertido en conmemorar el 11-S, acabaríamos teniendo un planeta sustancialmente mejor. Lamentablemente, el color de la piel, la nacionalidad y la condición social de las víctimas, sigue pesando a la hora de jerarquizar los titulares, de la misma manera que prima la desinformación cuando la tragedia se vuelve cotidiana. En cualquier caso, y entre tanta pirotecnia, echo en falta radiografías más concienzudas del 11-S y del empobrecimiento generalizado que trajo consigo y que, por su naturaleza intangible, resulta difícil de cuantificar.

Comentarios