El agujero educativo

Con estos mimbres resulta imposible hacer una buena cesta. Un año más, ninguna universidad española acumula méritos suficientes para estar en la lista de las cien mejores del mundo. Las primeras que aparecen en el ranking de “QS World Universities” para el curso 2011-2012, son la Universidad de Barcelona y la Autónoma de Barcelona, en los puestos 176 y 194 respectivamente. Hay que descender hasta el puesto 222 del listado para toparnos con la Universidad Autónoma de Madrid y bajar 31 peldaños más para localizar a la Complutense. La clasificación la encabeza la universidad británica de Cambridge, seguida por tres estadounidenses: Harvard, el Instituto Tecnológico de Massachussets y Yale. La también británica Oxford se ubica en quinta posición.
La raquítica presencia de las universidades españolas en las listas que periódicamente elaboran distintas instituciones a nivel mundial, es un síntoma claro de la enfermedad endémica que aqueja a la enseñanza superior. El anquilosamiento de los programas de estudio, la burocratización de la docencia, la rentabilización del conocimiento y la falta de recursos, sobre todo para investigar, continúan lastrando a los centros universitarios que deberían ser motores fundamentales de un sector cada vez más descuidado por las administraciones: I+D+i. Los recortes a las partidas de educación que se están produciendo ya en varias Comunidades Autónomas,  empeorarán todavía más el delicado estado de salud de la enseñanza pública haciendo inevitable su progresiva privatización, con todos los males que esta condición acarrea.

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