DSK y el feminismo arrollador

La comparecencia de Dominique Strauss-Kahn ante las cámaras de la televisión francesa ha servido para redimensionar un episodio que desde el principio fue alevosamente manipulado por las feministas más furibundas que entienden, como fruto de su acrobacia mental, que el hecho de ser mujer exime de mayores responsabilidades a la hora de cualquier recuento. DSK, como se le conoce en Francia por sus siglas y que fue lapidado mucho antes de que abriera la boca, ha reconocido que cometió una falta moral al propasarse con la camarera del hotel donde se alojaba, pero negó haber cometido un acto violento. Su confesión, empata con la actitud de la Fiscalía estadounidense que retiró todos los cargos en su contra ante la fragilidad de los indicios. Conociendo el rigor de la Justicia que se estila en el país norteamericano, afecta en muchos estados a la cadena perpetua cuando no a la pena de muerte, las palabras de DSK ganan en verosimilitud, a pesar de la tramoya montada por cincuenta mujeres a las puertas de la televisión gala que lo entrevistó y que demandaban su encarcelamiento ejerciendo una solidaridad de sexo que nunca he comprendido, quizás porque soy adicto a los comportamientos de cada quien con independencia de los genitales que figuren en cualquier documento nacional de identidad. Perseverando en su postura, el ex director del Fondo Monetario Internacional (FMI) aseguró que no tiene intención de negociar el proceso civil que aún está abierto contra él por parte de los abogados de la camarera del hotel Sofitel que le acusó, Naffissatou Diallo, cuya credibilidad como víctima fue puesta en entredicho por la propia Fiscalía. No se trata de defender los excesos de DSK, cuya retirada de la política por un claro abuso de poder resulta imperativa, más allá de las debilidades humanas que a todos nos tocan. Lo que procede en este asunto es situar la historia de Nueva York en sus precisas coordenadas, lejos de ese feminismo podador, autómata, impasible, que huele a revanchismo en demasiadas ocasiones. En última instancia, que DSK responda por sus actos y que dictaminen los tribunales. Pero sin que influyan en el proceso judicial voces condenatorias, impertinentes.

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