Spain is different

Se queda uno perplejo ante los derroteros que a veces toma este país de países. Mientras media Europa anda en zafarrancho de combate tras la última sacudida de una crisis para la que sobran muy distinguidos culpables y hasta el mismísimo Barack Obama aprieta en Washington tuercas a destajo, aquí las veletas apenas se mueven. El presidente José Luis Rodríguez Zapatero, que tendría que haber renunciado a sus vacaciones ante la marejada que nunca nos ha dejado para batallar con su equipo desde La Moncloa, sigue plácidamente instalado en el Coto de Doñana del que se ha ausentado esporádicamente para aterrizar en Madrid con el talante del que viene a resolver unos cuantos trámites de última hora y no el galimatías que nos ocupa, sobre todo desde 2008.
Imaginamos a Rodríguez Zapatero en su refugio y con los dedos cruzados para ver si así escampa, ya que no ha sido capaz de insuflar el menor ánimo a la población, ni de trazar una hoja de ruta solvente, como debería haber hecho en calidad de jefe de Gobierno, aunque puede que se escape de Doñana otra vez para mantener una nueva ronda telefónica y reiterarnos a través de terceros que las alarmas que nos traen de cabeza son infundadas. Y otro tanto ocurre con el líder de la oposición, Mariano Rajoy, retirado en Sanjenjo y sin aportar más que reclamos y ofertas vacuas en nombre de una de las peores derechas que existen en el continente europeo. Eso sí, las primeras páginas ibéricas hierven con noticias banales, con banderas españolas enredadas (por acción u omisión) al mástil vasco, con nombramientos de pirómanos como concejales de medio ambiente en la muy peculiar Cantabria, con gestas y rabietas deportivas que apenas tienen el impacto de un perdigón, habida cuenta del chaparrón que está cayendo y de los negros nubarrones que se avecinan. Seguro que son muchos los ciudadanos que se preguntan por qué el Presidente y demás próceres aguantan con el Martini en la mano en sus respectivos balnearios, mientras los indicadores económicos siguen tiritando y el otoño se anticipa más que deshojado, sobre todo para los vulnerables. Sólo la irresponsabilidad y/o la incompetencia se prestan para explicar tamaña desidia por parte de una dirigencia obsesionada con el resultado electoral del 20-N y sus secuelas, como si las urnas supusieran un punto y aparte en el tenebroso culebrón. Siguen faltando ejemplos aleccionadores en este país de países, alejado cada vez más de una bonanza que se ha descubierto ficticia y de una euforia nacional que sólo ha servido para que el bajón que toca ahora sea, simple y llanamente, machacador.

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