Pregunta engañosa

El candidato del PSOE Alfredo Pérez Rubalcaba ha puesto sobre el tapete una pregunta capciosa tras respaldar, con titubeos incluidos, la iniciativa bipartidista de ponerle techo constitucional al déficit público español: ¿quién ha dicho que endeudarse sea de izquierdas?, se pregunta retador el dirigente socialista. Efectivamente, la capacidad de endeudamiento no puede ser un distintivo de la izquierda. Más bien es la gestión de los recursos públicos y la manera de captarlos lo que caracteriza su comportamiento, entre otras señas. Sin embargo, habrá que convenir que cuanto menor sea el margen de maniobra del Estado para invertir a su antojo, más riesgo habrá de que las partidas vulnerables se resientan en la misma proporción, ya que la rentabilidad de cualquier desembolso se convertirá en un objetivo prioritario, inexcusable. Y todos sabemos cuáles son esas partidas que no rinden en términos de beneficio contante y sonante: educación, sanidad, jubilaciones, infraestructuras y un largo etcétera que quedará sobreexpuesto a la tijera con la decisión de fijar por decreto la austeridad estatal, lo que sin duda reducirá significativamente el cada vez más podado bienestar de los de abajo. El tope que se busca imponer al endeudamiento del Estado también afectará y mucho a la necesaria inversión en I+D+i, otra parcela que genera sólo réditos sociales y que ya de por sí tiene pagas raquíticas en comparación con los países más avanzados de Europa. Si cuando el Estado podía endeudarse sin fronteras eran muchos los nutrientes que escaseaban para una adecuada alimentación colectiva, no hace falta ser un lince para deducir que con los nuevos rigores presupuestarios padeceremos auténticos ramadanes en este país de países. ¿Cuál es el precio que tendremos que pagar por mutar en Estado solvente? Ésta y no otra sería la pregunta pertinente, sobre todo porque la reforma constitucional cuenta con el respaldo entusiasta de la derecha española, un dato igualmente inquietante.

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