No con mis impuestos

La visita del Papa a Madrid ha alebrestado a ciertos sectores laicos, y también cristianos, que consideran una inmoralidad que el viaje del jefe de El Vaticano se sufrague en parte con fondos públicos. Y tienen razón, porque además se trata del máximo representante de una de las instituciones más poderosas y con mayor patrimonio del mundo, como es la Iglesia católica. El financiamiento público de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) se vuelve doblemente clamoroso a la luz de la grave crisis económica que padece este país de países que está sufriendo tijeretazos sociales de muy grueso calibre, que dejarán más desprotegidos todavía a los que ya andan en pañales. El problema de fondo estriba en ese ambiguo carácter no confesional que distingue al Estado español y que impide avanzar en el necesario laicismo institucional, porque a fin de cuentas es la religión católica la que acapara los privilegios. Los socialistas han rehuido desde siempre los encontronazos con El Vaticano, conscientes de que son muchos los españoles contrarios a una progresiva secularización del país, aunque la mayoría de ellos se decanten por la ideología que abandera la derecha, cada vez con menos complejos. Ya que faltan arrestos en Moncloa para decretar la condición laica del Estado español, lo menos que cabe es la protesta callejera, chillona, por el desvío de recursos públicos hacia el sostén de una JMJ que debería sobrevivir con fondos propios, exclusivamente. Al César pues, lo que es del César.

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