La tiritona de la caverna mediática

Cuesta mucho en este mundo mediático tan tocado celebrar la penurias ajenas. Pero tengo que reconocer que el viacrucis económico por el que al parecer atraviesa Intereconomía tv no despierta en mí el menor sentimiento solidario. Hace ya mucho tiempo que esta emisora española se convirtió en un altavoz de las consignas más tremebundas de la extrema derecha, luego de erigirse en azote de la izquierda, blanda y dura, de los nacionalismos no españolistas, de los homosexuales, de las feministas, de los ateos, de los defensores de la eutanasia y de los que apoyan la legalización del aborto, en fin, de toda esa chusma a la que Intereconomía tv quisiera ver desterrada del suelo patrio. Muchas de sus proclamas sólo envenenan, y otras tantas se nutren de los manuales del neofascismo, trufadas todas ellas por esos modos reaccionarios y autoritarios que destilan muchos de los que comparecen en sus platós. Por todo ello, no puedo estar más de acuerdo con el texto que adjunto.

Ay! Dame argo…
Miércoles, 8 junio 2011
Cuarto Poder, Javier Pérez de Albéniz.-
Intereconomía está con el agua al gato. Perdón, con el gato al cuello. Perdón… A ver si lo escribo bien: con el agua al cuello. Y pide ayuda a su público, a quien tanto crispan y a quien tan mala sangre hacen. Ayuda económica, por supuesto, para compensar su progresiva pérdida de audiencia y poder continuar la  cruzada contra socialistas, perroflautas, antitaurinos, abstemios, homosexuales y demás enemigos de esa España grande y libre que se nos va de las manos. Considera que el Gobierno de Zapatero es responsable de su ruina publicitaria, puesto que boicotea su insigne labor periodística, y solicita la colaboración de sus fieles seguidores. “La libertad no tiene precio”, dice el  emotivo lema de la campaña con la que pretenden reflotar su economía. En un anuncio publicado en La Gaceta, diario de su mismo grupo editorial, consideran que “un medio libre e independiente necesita espectadores comprometidos”. Y, sin ningún rubor, añaden lo siguiente: “cuando el Gobierno socialista ataca, multa, boicotea o insulta a Intereconomía, está insultando a millones de españoles como ustedes, que defienden la libertad y la independencia…Por eso les pedimos que nos apoyen”.
Las últimas tendencias en ingeniería cosmética podían haber sido la salvación de Intereconomía. Porque si los jugos gástricos revenidos, la bilis a punto de nieve o las flemas de Farias costasen dinero, como sucede con la baba de caracol, los seguidores de El gato al agua serían multimillonarios, y podrían enviar a la cadena radical cientos de talones repletos de ceros, para regocijo de Mario Conde, Jiménez Losantos y demás necesitados. Pero no es así: están siendo abandonados por esa pareja mágica e inseparable que forman audiencia y publicidad. Y todo se desmorona… ¿De qué sirve llamar a Rubalcaba hijo de mil sucias perras sarnosas si nadie te escucha, si no te forras con ello?

Antes que pedir limosna, los líderes de Intereconomía deberían dar ejemplo de compromiso faccioso. De la misma forma que un ciudadano chino ha vendido uno de sus riñones para poder adquirir un Ipad, su objeto de deseo, los responsables de Intereconomía deberían recurrir a la automutilación y ofrecer sus órganos más activos y saludables a cambio de financiación para su altruista proyecto. Es evidente que los cerebros son material de deshecho, y que los hígados macerados al Jerez no son reutilizables, pero estoy convencido de que la vesícula biliar de Xavier Horcajo alcanzaría precios astronómicos en el mercado negro de la ultraderecha.
La ruina de una televisión como Intereconomía es una noticia grandiosa para la humanidad. Porque, no se confunda, esta cadena no tiene nada que ver ni con la libertad de expresión, ni con el periodismo, ni con la independencia o el compromiso. Intereconomía busca ocupar un hueco mediático, el neofascista, desde el que recaudar fondos para sus intereses personales. ¿Mejores condiciones para los periodistas, nuevos corresponsales o más medios para informar mejor? No, no, no… Chalets, Rolex, Mercedes… La ira como negocio.

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