Reflexiones sobre el 15-M

He recibido algunos correos tras el envío que hice de mis impresiones sobre el movimiento 15-M, en los que se me tacha de escéptico o desinformado, cuando creo que no soy ninguna de las dos cosas. Mi apartamiento obedece a otras causas. En un movimiento tan generalista y heterogéneo como el del 15-M, en el que caben según su propio credo conservadores y progresistas, politizados y apolíticos, monárquicos y republicanos, yo sencillamente no quepo. Como he reiterado en más de una ocasión, nunca he estado dispuesto a compartir calle y reivindicaciones con muchos de mis conciudadanos, muchos. Y tampoco ahora lo estoy. Consensuar mediante el método asambleario equivale a hacer encaje de bolillos, porque los pareceres son múltiples y la única manera de conseguir el común denominador, al final, es rebajando el alcance y la profundidad de las demandas. Hacerlas amables, digeribles para la inmensa mayoría. Por lo demás, y con todas las enormes y graves carencias del sistema de representación parlamentaria que nos ocupa, creo que sigue siendo la fórmula menos mala de hacernos valer como ciudadanos. Eso sí, reclamando mayores y mejores espacios de participación y mayores responsabilidades a los políticos. Pero no sólo a ellos; ni mucho menos. Hay otros actores, mucho más poderosos, a los que sí hay que hostigar. Y hablo de financieros, banqueros, especuladores y empresarios desaprensivos, locales y multinacionales, cuya conducta me preocupa muchísimo más que la de los políticos, que son mucho más fáciles de desprestigiar evidentemente y cuyo borrón general y sin matices (injusto por lo demás) procura por ende mayor rentabilidad social, más impacto. Cierto que muchos políticos contribuyen al mantenimiento del sistema; pero otros tantos no. Y en cualquier caso, los verdaderos adversarios, los más temibles, son los que lo alimentan día a día, los que lo robustecen a costa de un planeta cada vez más cuarteado, injusto y miserable. Y de ahí que me parezca necesario que los políticos, los partidos que nos representan al máximo nivel, actúen en consecuencia, luchen contra los abusos de los mercados, incidan socialmente en beneficio del colectivo, de aquí y de allá. Por lo demás, no veo la manera de instrumentar las reivindicaciones del 15-M en un país de países tan tocado y desmovilizado como éste. Porque en definitiva, el dato constatable y dramático es que la mayoría votó en las últimas elecciones municipales y autonómicas y lo hizo por una de las derechas más cavernarias de Europa. ¿Asambleas de barrios? Ya existió el antecedente de las asociaciones de vecinos, finalmente absorbidas por el sistema hasta su extinción. No es una idea novedosa. Y requiere de un compromiso, un grado de ideologización y un apetito de movilización que yo no observo por ningún lado, al menos en grado suficiente. Me preocupa también que se equipare sin más al PP y al PSOE. En mi opinión es un diagnóstico errado, muy errado. Y me atrevería a decir que reaccionario. Con todos los errores y todas las miserias socialistas, las diferencias con la derecha son más que significativas. Y hay que potenciarlas, no ningunearlas. Otro asunto es la batalla inaplazable para reformar una ley electoral que refuerza el bipartidismo y privilegia a los pequeños partidos nacionalistas con voto concentrado. Como igual de inaplazable debe ser la lucha por desterrar la monarquía, de cuyos excesos por cierto no se habla en el listado de iniciativas de Sol. Como urgente es la batalla por revitalizar un modelo autonómico caduco y avanzar hacia fórmulas más federalistas en España si no queremos fracasar, una vez más, como colectivo. Y el 15-M no aborda a fondo estos temas porque al igual que otros asuntos de calado resultan muy espinosos, obligan a la definición, a un posicionamiento más allá del voluntarismo y los eslóganes tan ocurrentes como oportunos que tampoco son inéditos, porque ya florecieron y con creces en mayo del 68. Son unas cuantas reflexiones a bote pronto, porque el tintero es denso y es mucho. Pero espero que sirvan al menos para que algunos, cuyo entusiasmo por la causa de Sol me parece loable, comprendáis mis reservas.

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