Egipto y sus muchas lecturas

En países que padecen un atraso social agudo, la democracia no se puede plantear como un objetivo excelso, prioritario, si no va acompañada de transformaciones radicales que redunden en un verdadero progreso del colectivo. Hasta ahora, la democracia estándar no ha demostrado ser un aval eficaz para el desarrollo; ni siquiera cívico. Buena prueba de ello es América Latina, un continente donde han avanzado los protocolos democráticos, pero que en lo sustancial sigue igual o peor que en épocas de apagón. La democracia es necesaria en términos genéricos, pero resulta insuficiente, muy insuficiente si se utiliza sólo como un remedio ortopédico. Para que alimente a una mayoría debe ser integral, lo que implica una inaplazable redistribución de la riqueza, el fortalecimiento del sector público, la revalorización del Estado como garante de los servicios mínimos, el redimensionamiento de la ciudadanía y otras transformaciones radicales que en el llamado Tercer Mundo se revelan de extrema urgencia. En los casos de Túnez y ahora de Egipto, mis reservas son mayores aún ya que el cambio está siendo tutelado por el ejército, cuya complicidad en el mantenimiento de las dos autocracias ha sido manifiesta. Hosni Mubarak no era un tirano solitario y, por lo tanto, su partida no puede ser todo lo prometedora que cabría desear pues el régimen, con todas sus nomenclaturas, permanece intacto.
Creo que el eurocentrismo sigue pesando demasiado a la hora de marcar coordenadas en terceros países y entonar loas a la democracia del sufragio más o menos efectivo. Me gustaría que al pueblo llano le fuera mucho mejor que hasta ahora. Y es ahí donde albergo mis serias dudas sobre las bondades del porvenir, aunque la población pueda elegir a sus gobernantes cada cuatro años en competencia abierta y plural. Habrá que acudir a la hemeroteca en unos cuantos meses para saber de las consecuencias verdaderas de estos cambios que están siendo celebrados a bombo y platillo con un pregón sobre la venida de la democracia a los países árabes que se antoja tan manco como desmedido.

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