Sobre la procedencia de los impuestos

Efectivamente, los impuestos deben ser rigurosamente progresivos de tal manera que los que más tienen aporten en consonancia a las arcas del Estado con el fin de poder redistribuir esos fondos que servirán también para mantener los servicios públicos indispensables, como la educación, las jubilaciones o la sanidad. Por ello, el IVA es el más injusto de los impuestos al gravar indiscriminadamente a la población. Urge pues una política tributaria mucho más exigente con los grandes patrimonios que, en definitiva, se han labrado con el esfuerzo ajeno por más que algunos traten de convencernos de que las fortunas se amasan a golpe de talento individual, cuando en realidad son la máxima expresión del agravio comparativo que subsiste en nuestras sociedades. La propuesta de equiparar los impuestos españoles a los de los países más avanzados de la Unión Europea, es un planteamiento perverso porque para ello habría que reforzar también el pedestal y homologar las nóminas y las asistencias sociales que en nuestro país son considerablemente menos enjundiosas. En este orden de cosas, el texto que adjunto explica de manera diáfana por qué los privilegiados tienen que estar sujetos a una mayor fiscalización si pretendemos progresar al unísono.

Público
El error de bajar impuestos
Un dogma neoliberal por excelencia es que bajar impuestos siempre resulta beneficioso para la economía. Pero lo único indiscutible es que recaudar menos impuestos debilita el músculo financiero del Estado. En épocas de bonanza esa falta de ingresos se nota menos, dado que en la hucha pública entran tributos de carácter transitorio, como ocurrió en España durante los años del boom inmobiliario. Pero cuando llegan los malos tiempos se genera un enorme déficit público porque la capacidad recaudatoria del Estado se encuentra bajo mínimos. La derecha (o quienes ejecutan sus políticas) aprovecha entonces ese elevado déficit para defender recortes del gasto público y poner en la picota el Estado del bienestar.
En un reciente informe, la Comisión Europea califica como “infundadas” las políticas fiscales ejecutadas en España entre 1995 y 2007, que destacaron por la reducción de impuestos a los más ricos (bajada del tipo máximo del IRPF del 56 al 43%, eliminación del Impuesto de Patrimonio …). Es sabido que la Comisión Europea no es un nido de marxistas, así que su declaración debería tener especial valor. Lo único que sorprende es que realice ahora esta confesión, ya que habitualmente se dedica a alentar las políticas neoliberales clásicas.
Los impuestos no pueden ahogar a los empresarios y a los trabajadores, pero es imprescindible que el Estado recaude lo necesario para tener una hucha repleta, que le permita dedicar esos fondos a políticas sociales y redistributivas. Y, como es lógico, el dinero de esa hucha debe proceder básicamente de los bolsillos que más tienen.

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