Tensiones gratuitas

El guirigay que se ha montado con ocasión de la presencia de Honduras en la próxima cumbre de la Unión Europea (UE) y América Latina, ha sido innecesario y demuestra una vez más que las relaciones diplomáticas de Madrid con las capitales de la otra orilla se manejan en demasiadas ocasiones de manera displicente, por utilizar un término magnánimo. No es posible que el colectivo iberoamericano entre en un cuadro psicodramático por dejación de funciones, en este caso del anfitrión de la cumbre. Que la participación de Honduras en la reunión iba a ser contestada de inmediato en buena parte de América Latina, era algo más que predecible. Y por lo mismo se tenía que haber negociado con anterioridad con las autoridades de Tegucigalpa para evitar el motín con el que amagaron varios países sudamericanos, con Brasil a la cabeza, cuando anunciaron que no asistirían a la cumbre si lo hacía el presidente hondureño, Porfirio Lobo, al que muchos consideran ilegítimo. Así las cosas, la diplomacia española comienza tardíamente a desperezarse, recula, y sugiere a Honduras que la mejor solución es que Lobo se haga presente en Madrid como lo haría el célebre barón de mediopelo, es decir, estará físicamente pero no participará en la reunión al más alto nivel entre los dirigentes europeos y latinoamericanos. Un escenario que podía haberse negociado previamente y que nos hubiera ahorrado a todos la imagen de un colectivo iberoamericano malhumorado y desavenido. Mayormente, porque no hay que olvidar ni por un solo instante que el actual presidente de Honduras es el heredero de un golpe de Estado que derrocó a un gobierno, el de Manuel Zelaya, legalmente constituido. Y no hay proceso electoral, ni reciclaje político, ni invitaciones cursadas desde La Moncloa que puedan edulcorar este gravísimo suceso.

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