Similitudes entre la UE y AL

El ex Canciller mexicano Jorge Castañeda suele distinguirse por su pensamiento desmitificador frente a la sublimación de la que muchos políticos hacen gala a la hora de manejar realidades y pronósticos. En una reciente conversación con él, me comentó que América Latina está hoy más dividida que nunca, por lo que difícilmente podría hablar con una sola voz en los foros internacionales. “No hay acuerdos ya prácticamente sobre nada. No se trata de un desacuerdo entre dos o tres pequeños países, sino de una división real, transversal”, me dijo textualmente. Ciertamente, América Latina no es un continente homogéneo y sus múltiples realidades políticas y sociales impiden desde luego una acción sincronizada y única. Pero lo que sucede en aquellos lares no es algo excepcional. Y las palabras de Castañeda también se podrían aplicar a la Unión Europea, que en estos días está ofreciendo un verdadero espectáculo de descoordinación, insolidaridad y falta de rumbo. Como en América Latina, también en este continente existen realidades múltiples que, lamentablemente, no están dispuestas a ceder soberanía nacional en aras del interés colectivo. Como tampoco pueden expresarse al unísono; en casi ningún coso. Mientras ese trasvase de competencias verdaderamente trascendentales no se produzca, la Unión Europea seguirá siendo un mero propósito. Con un riesgo añadido: que la desesperanza de la ciudadanía ante la ausencia de resultados, con el agravante de la crisis financiera que está pesando como una losa, puede arruinar un proyecto que entusiasmó a varias generaciones de europeos.

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