El euro, de capa caída

La crisis económica no sólo ha cambiado los hábitos de muchos españoles, sino que también está modificando su mentalidad hasta el punto de que el 50 por ciento de los ciudadanos califica de negativo el ingreso de nuestro país al espacio de la moneda única europea que llevó a la sustitución de la peseta por el euro en 1999. El mismo porcentaje considera que la nueva moneda ha sido perjudicial para combatir la crisis internacional, una actitud que contrasta con el espíritu cantarín que durante años caracterizó a España frente a otros países más euroescépticos. Pero la crisis está apretando los bolsillos del personal más de lo debido y si al principio los españoles aceptaron sumisamente la llegada de un euro que encareció la vida cotidiana de un día para otro, ahora que llegaron las vacas flacas se muestran mucho más exigentes con una moneda cuyo único valor práctico es el de permitir a los ciudadanos con recursos viajar por la eurozona sin necesidad de cambiar de divisa, además de poder comprar a buen precio dólares o libras esterlinas. Sin embargo, son muchos los españoles que no pueden disfrutar de estas ventajas adicionales de la moneda única. En el estudio de marras, también se confirma que son las clases más bajas las que peor valoran el euro, mientras que la fama de la moneda va mejorando según se asciende en el escalafón social. Evidentemente, son los ciudadanos más necesitados los que echan en falta, sobre todo en la actual coyuntura, mejoras económicas a las que el euro ha contribuido en muy poco, al menos en lo sustancial. No en balde, los salarios de nuestro país continúan figurando entre los más modestos del continente organizado, según el último informe de la Comisión Europea sobre consumo que precisa que en España el poder adquisitivo es un 4 por ciento inferior a la media comunitaria. Y esta insuficiencia bastaría por sí sola para explicar el descontento monetario y otros tantos berrinches locales.

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