Más de lo mismo para Colombia

Juan Manuel Santos, recién elegido candidato a la presidencia de la República de Colombia por el oficialista Partido Social de Unidad Nacional, pertenece a la oligarquía del país sudamericano, la misma clase que ha gobernado allí, en el sentido más amplio del término, desde tiempos inmemoriales y que administra todavía hoy buena parte del patrimonio nacional. El ex Ministro de Defensa y ex subdirector del diario El Tiempo, del que era propietaria su familia, se declara incondicional admirador del presidente Álvaro Uribe, un político que se ha distinguido sobre todo por su arrogancia, sus alianzas bajo sospecha y sus dotes autoritarias y que ha contado siempre con el apoyo de Estados Unidos en sus múltiples cruzadas, algo que ha provocado el recelo de no pocos dirigentes latinoamericanos que saben muy bien cuál ha sido el saldo de las intromisiones de la potencia del norte en los asuntos sureños. Santos es una figura controvertida, no sólo por el perfil de conspirador que muchos políticos colombianos le achacan; no sólo por su apego a la violencia institucional en un país ahíto de guerras; no sólo porque su discurso destila neoliberalismo económico, sino porque se ha distinguido por manejar un verbo dinamitero a la hora de echar cuentas con la Venezuela gobernada por Hugo Chávez y también por mantener una nociva distancia de todos aquellos que considera caudillos populistas en América Latina, a los que evidentemente desprecia por apartarse del guión que más relumbra. Llama la atención el magnífico empeño que demuestran las autoridades colombianas en derrotar por la exclusiva vía militar a lo que denominan narcoterrorismo (guerrilla de las FARC), y el desdén que exhiben hacia otros pendientes capitales del país, como la miseria y la desigualdad social, la precariedad laboral (el desempleo supera el 14 por ciento, uno de los más altos de América Latina) y el analfabetismo, que continúa arrojando cifras más que preocupantes, por no hablar de la progresiva y pavorosa infiltración en el Congreso colombiano de políticos vinculados a los paramilitares y a los narcotraficantes, muchos de ellos enviados a la cárcel por sus relaciones criminales. Desde su sitial de favorito para la primera vuelta de las elecciones presidenciales el 30 de mayo, Santos promete seguir los pasos de Uribe en la presidencia. Mala cosa para ese país.

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