La inocencia de los mercados

La derecha europea se distingue cada vez más por rendir pleitesía a los mercados y hacer todo lo posible para no incomodar a sus hacedores, a pesar de que en este distinguido gremio de diosecillos figuran los responsables de la última crisis financiera que ha empobrecido a todo el mundo menos a los pudientes. Por supuesto, la derecha española también jura obediencia ciega a los mercados y recomienda que los políticos se mantengan a una saludable distancia de los mismos. Ya saben, la famosa autorregulación defendida por el neoliberalismo y que permite, deus ex machina, que los mercados se curen a sí mismos sin necesidad de que el Estado intervenga en la operación. Evidentemente, en la última crisis que nos ocupa, esa autocorrección no ocurrió. Y de ahí que los Gobiernos tuvieran que adquirir un protagonismo inusitado, recurriendo a las arcas públicas, para auxiliar a las muchas corporaciones que resultaron debilitadas tras haber practicado durante años una escalofriante especulación con todos los bienes que podían servir para lucrar, según su avara percepción de las cosas. El líder del PP, Mariano Rajoy, acaba de advertir al presidente José Luis Rodríguez Zapatero que en lugar de atacar a los mercados, haga frente a la crisis, la falta de crédito y el desempleo, como si estos tres desafíos estuvieran desvinculados del sistema económico en curso. Resulta increíble la desfachatez con la que la derecha ignora a los sectores más vulnerables y reivindica, con el mismo descaro, los principios que sirven para remachar aún más la coraza de esa minoría que sigue medrando a costa de los demás.

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