La UE inexistente, una vez más

Con ocasión del hiperdrama de Haití, escuché al ex Presidente de Chile, Ricardo Lagos, advertir en referencia a la acción exterior de la Unión Europea (UE) que, una de dos, o aprende a hablar rápido y con una voz única cuando las circunstancias lo ameritan, o… (añado yo) seguirá siendo invisible en el patio internacional. A nuestros líderes se les llena la boca de buenas intenciones cuando declinan el futuro del bloque en el concierto planetario; pero en realidad, en muchas de las cosas que realmente cuentan, la UE pajarea, se perfila escasa, con timidez. La política exterior europea es inexistente, por la sencilla razón de que este mandato continua siendo patrimonio inalienable de los respectivos gobiernos. Hay propósitos mancomunados; pero se echa en falta, cada vez más, una verdadera voluntad de convivencia y acción puertas afuera y, desde luego, también en el interior donde hemos avanzado sobremanera en asuntos financieros y de seguridad, mientras otros pilares siguen teniendo una talla enana. Por lo demás, buena parte de la política exterior se nutre de la ideología del gobierno de turno de cada país, ya sea de izquierdas, centro, derecha o inubicable. Y se antoja hoy por hoy imposible que Ejecutivos tan dispares como los que habitan Europa puedan coincidir en materia foránea y establecer un punto de encuentro desde el que operar al unísono. No en balde, el componente económico es el más esponjoso, ideológicamente hablando. Y de ahí que en ese terreno se avance a velocidad de crucero mientras el tortuguismo, cuando no el cangrejismo, se impone en otros trayectos comunitarios que habrá que recorrer algún día, más próximo que lejano, si no queremos convertirnos en una entelequia. Con el desgaste social que conlleva la ilusión aplazada sine die.

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