Empresarios que atemorizan...

La dramática estampa del aeropuerto madrileño de Barajas que recogen las agencias es posible gracias al inefable Gerardo Díaz Ferrán, patrón de patrones que demandan, exigen, a cada rato, una flexibilización del mercado laboral español, medida que ya sabemos todos cómo se deletrea en clave cotidiana: más despidos, más precariedad y una hoja de ruta asimétrica. En un alarde de cinismo, se atrevió a decir que él no hubiera comprado un billete para volar en Air Comet, compañía recién quebrada de su propiedad, en las actuales circunstancias. Por cada empresario arruinado (si es que se arruinan), hay miles de asalariados desahuciados y afectados por pasiva. Salvo excepciones, muy contadas, los empresarios son una casta engreída y victimista que produce arcadas y algo más. Sobre todo en este país ibérico. Díaz Ferrán no es sólo dueño y señor de la muy desaparecida aerolínea Air Comet, sino que también ejerce de presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), un poderoso gremio del que forman parte ciertos negociantes a los que ningún ciudadano con sus cinco sentidos activos les debería comprar un coche de segunda mano. El Gobierno español ha fletado varios aviones para trasladar a sus países a centenares de pasajeros varados, la mayoría de ellos inmigrantes latinoamericanos que se hicieron con un billete de avión a golpe de sacrificios. Pero a la mayoría de los mas de siete mil afectados por la quiebra de Air Comet les espera la frustración.


Medio centenar de afectados por el cierre de Air Comet se dispone a pasar la Nochebuena en el aeropuerto de Madrid-Barajas "sin muchas ganas de fiestas".
Aun así tienen la esperanza de tener asiento en el avión que mañana viernes sale hacia Quito (Ecuador), y el sábado día 26 a Lima (Perú).
"Nos arruinaron las vacaciones, no hay ganas de fiesta", declara una mujer ecuatoriana procedente de Menorca, donde trabaja de empleada de limpieza, y que viaja con dos hijos, uno de dos años y otro de catorce.
Algunos han declinado la oferta de hotel que se les ha brindado.
Prefieren dormir recostados sobre sus maletas o sobre las cintas transportadoras antes que salir del aeropuerto, por el miedo a perder un avión en el que todavía no saben si tienen plaza.
Todos tienen su "pequeño drama" que contar: años sin ver a los hijos "que dejaron allá", algún familiar enfermo, un préstamo que hay que devolver...
Los hay incluso que tienen que hacer un esfuerzo para contener las lágrimas al relatar su caso particular, como el de Eric, un ecuatoriano de 35 años que trabaja en España, en el sector del metal, y que tiene que ir "de urgencia" a operarse de un varicocele (dilatación de las venas del cordón espermático que drenan los testículos).
En su declaración cuenta como estuvo ingresado por el mismo problema en España, "pero estoy solo y no tenía quien me pasara ni siquiera un vaso de agua, por eso resolví operarme allí, y me resulta urgente llegar".
Los más jóvenes se muestran más combativos y no se dan por vencidos a pesar de que el Ministerio de Fomento ha anunciado que solo financiará los vuelos de aquellos que iban a viajar entre el 21 y el 26.
Y tienen prioridad los residentes habituales, los que tienen un problema grave familiar o por enfermedad y los que no tienen previsto regresar a España.
Así y todo Beatriz Capa, de 31 años, se afanaba a primera hora de la tarde en terminar su cartel: "Viajo en enero.También soy afectada".
Beatriz vuelve para siempre a su país después de casi 10 años trabajando en el sector de la limpieza. Ahora estaba en paro y "menos mal -comenta- que en mayo pasado llevé a mi bebé hasta allá".
Tras la agitación de esta mañana, que crecía cuando veían aparecer las cámaras de las televisiones, los afectados dormitan a estas horas esperando de mala gana la llegada de la noche.

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