La llegada del gran hermano

Gobiernos y particulares alientan cada vez más la vigilancia de la salud, meramente física, y se desentienden en la misma proporción de las atenciones a la salud mental del colectivo. Siempre he pensado que al final vamos a crear sociedades repletas de oligofrénicos, eso sí, muy robustos, biológicamente casi perfectos, con lo que además está garantizada su longevidad para mal de los insumisos. El excesivo celo por la higiene de una comunidad, sólo puede desmotivarla, aplanarla. Me parece que el derecho de cada quien a hacer de su vida un estropicio, sin perjudicar a los demás, debe ser inalienable. Me viene a la mente el movimiento antipsiquiátrico de los setenta que aseguraba que los cuerdos están mucho más enfermos que la mayoría de los presuntamente perturbados, ya que son éstos últimos los que no soportan los excesos y controles de un sistema profundamente inhumano, y de ahí su depresión. ¿Quién vigila finalmente al vigilante en el caso del alcohol, el tabaco y las drogas? Siempre he desconfiado de los que hacen de la moderación su hoja de ruta. He preferido siempre a los que se exceden, en todos los órdenes.
El texto que adjunto es un buen ejemplo de esta exagerada fiscalización que está ganando terreno; en este caso a los fumadores.




El gusto de un cigarrillo en la tranquilidad del hogar se acabó para muchos fumadores neoyorquinos. La Ley antitabaco parece no tener límites sobrepasando las barreras de bares, restaurantes, aseos públicos, estadios, hoteles, etc, para llegar a colarse incluso en el mismo salón de casa.

Cada vez son más los propietarios que advierten a los futuros inquilinos de que está prohibido fumar en sus edificios amenazando incluso con expusarles si se encienden un solo cigarro. Según publica The New York Times, las inmobiliarias que han decidido llevar a cabo esta drástica medida lo han hecho preocupadas por la salud de sus inquilinos así como de los fumadores pasivos.

De este modo, cualquier futuro residente de muchos de los apartamentos del centro de la ciudad deberá firmar un contrato en el que se compromete a no fumar dentro del piso. Aunque los fumadores que viven ya en alguno de los edificios alquilados no se verán afectados, al menos de momento, por la prohibición.

Quemando posibilidades

Un ejemplo extremo es el del 1510 de Lexington Avenue. Cuando este bloque abra sus puertas en diciembre se prohibirá "darle al vicio" en sus 298 apartamentos así como en todas sus terrazas tanto privadas como compartidas. Incluso el refugio más típico del fumador, la acera, se encontrará también fuera de su alcance. Los inquilinos tendrán que ponerse de acuerdo para no fumar en ninguno de los bordillos que rodean al edificio.

A lo largo del país la prohibición ha ganado adeptos, un ejemplo es California donde se pueden llegar a poner multas de 100 dólares. El Departamento de Desarrollo Urbano, que engloba a las inmobiliarias, defiende a capa y espada el proyecto y por el momento al menos 50 inmobiliarias han hecho suya la norma.

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