Colombia y su patente de corso

Países de primera división y países que pertenecen a categorías inferiores, en términos democráticos. Esta es la clasificación que se factura desde los grandes centros del poder (políticos, económicos, mediáticos) y que permite a presidentes como el colombiano Álvaro Uribe apostar por cuantas reelecciones se la antojen sin recibir una sola pulla internacional. Por el contrario, a los mandatarios de Honduras, Venezuela, Bolivia y Ecuador se les prohíbe expresamente pujar por una reelección que en su caso tiene como objetivo declarado perpetuarse en el poder, aunque las urnas trinen a cada rato en todos estos países.
El Senado colombiano acaba de aprobar por mayoría el proyecto de ley del referendo en el que los ciudadanos de esa nación sudamericana deberían pronunciarse sobre el cambio constitucional que posibilitaría que Uribe se presentase por tercera vez como candidato en las elecciones de 2010. La proyectada ley tendrá todavía que pasar el difícil rubicón del Congreso colombiano, pero ello no obsta para sacar a relucir una vez más la doble vara de medir que se utiliza para ensalzar a unos por demócratas, y anatemizar a otros por tiranos irredentos. Al hondureño Manuel Zelaya le costó el cargo presidencial plantear un referendo similar al colombiano. Y todavía no logra sacudirse de encima el exilio al que le condujo el ejército de su país y la oligarquía local.
Es evidente que el hecho de que Uribe defienda sin reservas la actual correlación de fuerzas a nivel internacional y apoye las virtudes de un sistema que garantiza, como todos sabemos, la igualdad de oportunidades en cualquier lugar y circunstancia, influye sobremanera en su cotización como líder. Por el contrario, los presidentes de la región que se atreven a cuestionar el capitalismo salvaje que campa a sus anchas por el planeta a pesar de los esfuerzos de algunos gobiernos por domesticarlo, son demonizados cuando plantean lo mismo que Uribe.
La calidad de la democracia colombiana no es mayor que la que se estila en el resto del vecindario. Y aunque sólo sea por eso, los posicionamientos deberían ser menos sesgados cuando se abordan las inquietudes y los propósitos de los que figuran en la muy compleja obra latinoamericana.

Comentarios