Demasiadas coincidencias electorales...

Creo sinceramente que los programas electorales del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y del Partido Popular (PP) con la mira enfocada en las elecciones generales el nueve de marzo, difieren en muy poco cuando abordan territorios económicos y políticos. Reflejan, apartado por apartado, las miserias de un bipartidismo perfectamente sincronizado, imbatible, sobrado. Sí es cierto que hay matices sustanciales en lo social, importantes, a favor de los primeros (PSOE). Para empezar, ninguno de los dos partidos aborda a fondo una de las grandes preocupaciones de este país (hablo de la calle) y que se llama precariedad laboral, con mayúsculas. Tampoco se acomete en profundidad el asunto de la vivienda, la especulación inmobiliaria para ser más preciso, que atenaza por igual a alquiladores y a hipotecados. Menos todavía se toca el tema del terrorismo a fondo, incluido el conflicto político existente en el País Vasco y que es ninguneado por los dos grandes partidos, y por supuesto ambos abominan ahora de las inevitables, según mi opinión, negociaciones con ETA. También se aparca cualquier alusión a los nacionalismos emergentes (Cataluña y País Vasco) que buscan sillón propio en el anfiteatro internacional. Por descontado, la injerencia de la Iglesia católica en los asuntos del Gobierno de turno tampoco cabe en los programas, facturados expresamente para el ritual.
Claro, son rubros incómodos, impropios de los tiempos electorales que corren y en los que la consigna parece ser la de inquietar lo menos posible al real y potencial votante. Pero resulta que son los pendientes que verdaderamente nos atañen, a largo plazo, más allá de la obcecación de Mariano Rajoy en la unidad de la patria y de sus gentes, víctimas del terrorismo incluidas, y del cándido optimismo de José Luis Rodríguez Zapatero cuando se propone superar la renta per cápita de Francia olvidándose (alevosamente) de que el país galo (e Italia a la que hemos desbordado ya en distribución del PIB según el Presidente) son contribuyentes netos de la Unión Europea mientras que nosotros somos todavía un país subvencionado, que recibe anualmente remesas de Bruselas, vaya, para engordar día a día nuestra envidiable variable macroeconómica. Pequeño dato que hay que reseñar.
Las políticas de escaparate que están practicando los dos grandes partidos españoles son cortoplacistas. No hay retos de enjundia en ninguno de los dos programas electorales, aunque sea evidente, reitero, que las propuestas del PSOE apuntan a una modernización social que en las proclamas del PP se echa en falta.
¿Por qué no abordar con nombre y apellidos la precariedad laboral, los sueldos raquíticos y los contratos-basura? ¿Por qué no hablar abiertamente de la obscena y penalizable especulación inmobiliaria? ¿Por qué no plantear los términos en los que se debe afrontar el contencioso vasco, en toda su magnitud? Por qué no definir a rajatabla la naturaleza (privada o pública) de la seguridad social? ¿Por qué no escriturar, renglón por renglón, las relaciones con la Iglesia Católica, actualmente eufórica en sus demandas? ¿Dónde están las apuestas del Estado por las residencias públicas para la tercera edad en un país que envejece como ningún otro? ¿Acaso alguien ha encontrado en esos papeles una oferta revolucionaria en materia educacional, que es la que procede en un país cada vez más cateto e indocumentado?
Los programas electorales del PSOE y del PP están hechos para el consumo inmediato, con la vista puesta, clavada, en el diez de marzo. Evidentemente hay muchos compradores. Como también los hay en las rebajas de enero de los grandes almacenes.

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