Una vez más, en defensa de Venezuela

Las reformas constitucionales que se avecinan en Venezuela están levantando ampollas en buena parte de esa concurrencia internacional que, desde el primer día, decidió criminalizar al Presidente Hugo Chávez con independencia de su trayectoria. Es la misma parroquia que utiliza cada propuesta del mandatario para denunciar sus instintos dictatoriales y alertar de la muy peligrosa cubanización venezolana, que acabará con los insignes demócratas que resisten como mártires el avance de la marea roja. En cualquier caso, la mayoría de ellos son francotiradores de pacotilla, profesionales del melodrama. No han llevado a cabo ni una sola lectura rigurosa de la compleja realidad del país sudamericano. Estoy seguro de que tampoco les interesa profundizar en el temario, obsesionados como están en la defensa de sus privilegios seculares y en defenestrar a Chávez por todos los medios a su alcance, que también son muchos. Tuve la oportunidad de mantener una interesante reunión, junto a otros colegas, con un diputado venezolano que visitó recientemente España en un intento de contrarrestar la campaña descalificadora que se ha lanzado una vez más contra Venezuela con motivo en esta ocasión de las reformas a la Carta Magna. Javier Arrue, que así se llama el legislador del Movimiento V República, nos explicó con claridad el alcance de estas reformas que buscan una democratización integral del país y que, lamentablemente, no cuentan con el aval de una oposición que en su mayoría se ha autoexcluido del proceso. La primera de las reformas contempla el reordenamiento del territorio venezolano, habida cuenta de que la presencia del Estado es inexistente en el 60 por ciento del país. Otra de las iniciativas apunta a la reducción de la jornada laboral y al reconocimiento de la seguridad social para los trabajadores informales, que son legión. Que el poder popular, a través de las asambleas de ciudadanos, adquiera rango constitucional para compensar la acción de los poderes institucionales, sin merma de estos, asoma como otra de las reformas trascendentales. La batería de medidas se complementa con la pérdida de autonomía de un Banco Central que, como todos, se debe en demasía a los grandes centros de poder internacionales y que se pretende que esté en mayor consonancia con el Ejecutivo, y con el establecimiento de una alianza entre civiles y militares. La reelección presidencial continua por sufragio universal es otra de las grandes reformas que se avizoran en Venezuela y que se halla vigente desde hace muchos años en países considerados como baluartes de la democracia. En ningún momento se plantea la reelección vitalicia, como se ha denunciado alevosamente desde algunas trincheras. Por lo demás, y al contrario de lo que se ha publicitado malamente, la reforma constitucional garantiza el pluralismo político y no atenta contra la propiedad privada. Las reformas tampoco son una imposición personal del maléfico Chávez. Son muchos los venezolanos implicados en su discusión y debate, incluido un sector de la oposición. Y, en última instancia, serán los ciudadanos de ese país sudamericano los que la aprueben mediante referendo tal como establece el artículo 344 de la Carta Magna. “Estamos desmontando los privilegios de una clase que ha mandado a su antojo en el país durante 500 años y que ha elaborado constituciones, una tras otra, para defender sus intereses como oligarquía”, expuso en la reunión de marras el diputado Arrue. Y creo que es un señalamiento acertado. Obviamente, ningún proyecto de esta envergadura está exento de polémica. Pero la crítica no puede alimentarse única y exclusivamente del revanchismo. Corresponde pues analizar a fondo las propuestas de la reforma constitucional, que tienen su enjundia, y extraer las conclusiones pertinentes. Aunque para ello haya que apartarse de los prejuicios y espulgar la información sobre Venezuela con la que a diario contaminan a sus audiencias muchos medios de comunicación que se proclaman independientes.

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