Por un fondo internacional para emergencias

La velocidad con la que la comunidad internacional respondió a la tragedia que se instaló en Perú tras el terremoto que sufrió este país sudamericano, contrasta con la apatía que la misma comunidad está mostrando con motivo del huracán que ha golpeado a Nicaragua, uno de los países más empobrecidos de América Latina. Mientras el bombardeo informativo y los alardes de solidaridad se prolongaron durante días, después de que el terremoto que rozó los ocho grados en la escala de Richter (diez equivale a destrucción total), arrasase varias poblaciones peruanas agravando la indigencia en esa región del Pacífico, las noticias sobre el drama nicaragüense están fluyendo a cuenta gotas, al igual que la ayuda internacional a pesar de los 130 muertos, las decenas de miles de afectados y las cuantiosas pérdidas económicas que se han registrado en el norte del país centroamericano, en su vertiente atlántica, tras el paso arrollador del huracán Félix. Evidentemente, es mucho más impactante un terremoto de la naturaleza que exhibió el de Perú, furtivo como todos los movimientos sísmicos, que los huracanes previamente bautizados, que todos los años arrasan localidades de El Caribe a finales del verano y cuya llegada se anuncia con antelación, aunque los efectos acaben siendo devastadores incluso en el muy desarrollado Estados Unidos. La machacona insistencia con la que se retransmiten determinados sucesos novedosos, mientras se desprecian otras calamidades más cotidianas, responde sin más al espíritu fenicio que lamentablemente está tiñendo desde hace años a esta profesión y que ha hecho de la noticia una simple mercancía cuya cotización la marcan los medidores de audiencias convenientemente adocenadas. En los años ochenta, una refriega en El Salvador entre el ejército y la guerrilla con un saldo de diez muertos se abría paso como noticia. Hoy en día, hay que contar los cadáveres por centenares para que la información se haga un hueco en la parrilla de programación o en las páginas de los periódicos. Sin embargo, más allá de la reseña de la preocupante degradación de un periodismo que, lejos de constituir un servicio público, se ejerce cada vez más en clave de rentabilidad, lo que me interesa resaltar a propósito de lo ocurrido en Nicaragua es la imperiosa necesidad de crear un fondo de emergencias a nivel internacional, susceptible de ser empleado de inmediato para paliar los efectos causados por los desastres naturales y que muy bien podría ser gestionado por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Para este fondo, bastaría con que los grandes países industrializados destinaran al mismo una cantidad ínfima de sus recursos, al que también deberían contribuir el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, entre otras corporaciones. Que a estas alturas del guión planetario asistamos una y otra vez a los mismos dramas anuales sin que la comunidad internacional sea capaz de reaccionar con prontitud y eficacia, supone una muestra palpable de la deshumanización a la que hemos llegado como especie con la invaluable ayuda del sistema capitalista en su versión más depredadora, que es la que se estila mayormente.

Comentarios