Comparaciones ultrajantes

Muchos de los líderes del PP, al menos los más visibles, carecen de vergüenza. Y lo demuestran a cada rato. La última en hacerlo ha sido Esperanza Aguirre que, con el desparpajo verbal que la caracteriza, acaba de comparar en una entrevista con ABC la asignatura de Educación para la Ciudadanía que propone el gobierno socialista, con la de Formación del Espíritu Nacional que se impartía en las aulas de la dictadura franquista. Para quienes padecimos aquel flagelo, cuyo único propósito era enajenar a los ciudadanos y ensalzar las esencias del fascismo mediterráneo, el cotejo de Aguirre resulta doblemente falaz y doloso. Evidentemente cabrá objetar ciertas páginas de la nueva asignatura, como procede cuestionar otras materias y programas que en nuestro país se reciclan casi cada año sin que se encuentre remedio a la enfermedad que padecemos desde hace varios lustros y que está afectando gravemente a la formación ciudadana en general. La nueva materia redunda en los valores de la democracia y la solidaridad y busca que los alumnos ejerzan con mayor conocimiento de causa sus derechos civiles, además de asumir sus obligaciones. Junto a la comparación indebida, Aguirre ha lamentado también para justificar su desplante que en el texto de los socialistas se afirma que los etarras han sido torturados hasta 1997. Es obvio que en una democracia como la española, autosuficiente, hermética y reacia a las críticas a pesar de su inmadurez, produzca salpullido en las alturas que se insinúe, siquiera tibiamente, que el nuestro empata en ocasiones con sistemas mucho más desaprensivos. Sin embargo, Amnistía Internacional viene denunciando anualmente y hasta el día de hoy el uso de la tortura en ciertas comisarías españolas, aportando la correspondiente documentación. No sólo son presos etarras los que sufren maltrato; también detenidos comunes o inmigrantes indocumentados. La tortura, física o psicológica, se ejerce de muchas maneras. No es necesario aplicar una picana en los testículos. Existen métodos más sofisticados y menos detectables, desde el amordazamiento hasta la intimidación Y basta con que en una sola comisaría del país se vulneren los derechos del detenido, para que se empañe la imagen del sistema y se pongan en entredicho las garantías individuales que no admiten excepción alguna. Lamentablemente, en nuestro país son varios los casos de tortura que se contabilizan cada año sin que hasta el momento, ni el PSOE ni el PP cuando han gobernado, hayan atajado de raíz el problema. Más bien han hecho caso omiso de las denuncias de distintas organizaciones humanitarias, tildándolas eso sí de exageradas. Conviene recordar que el aparato policial, junto al militar y el judicial, no ha sido nunca objeto de purgas o reformas a pesar de los excesos, brutales muchos de ellos, que acumuló durante el franquismo. Los comentarios que se escuchan en algunas comisarías, yo mismo tuve la oportunidad de oírlos casualmente, indignan a cualquiera que apueste por los beneficios de la democracia política y la convivencia en igualdad y libertad. Aguirre, con la actitud truhana que caracteriza a buena parte de la dirigencia del PP, ha vuelto a intoxicar al vecindario. La muchachada de la derecha no quiere saber nada de la memoria histórica; pero cuando les conviene se remontan en el tiempo para sacarse de la chistera conejos tullidos. Claro, que en un país en el que la Iglesia católica, después de haber monopolizado tradicionalmente buena parte del temario en las aulas españolas practicando el proselitismo a destajo, es capaz hoy de declararse desasistida y denunciar abusos de poder y avasallamientos gubernamentales, se puede esperar cualquier aberración mediática de los que, al igual que ella, medraron y esquilmaron magníficamente durante varias centurias sin que nadie les tosiera.

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