Arsénico, por favor...

Sólo hace falta observar el rostro dislocado y los modos faltones de los portavoces oficiosos de la derecha de este país para constatar que su encabronamiento es ancestral, vaya, que tiene solera, que viene de muy lejos. Como sus falacias. La tertulia de Telemadrid que dirige Sáenz de Buruaga y que rastreo de vez en cuando con el riesgo de contraer una úlcera de duodeno cada vez que recalo en ella, es un buen ejemplo de esa crispación a la que me refiero, convenientemente escenificada. Mintiendo, apabullando, descalificando, los voceros de la reacción construyen con afán su mezquina aunque muy productiva realidad. La derecha honesta, valiente, responsable, eficaz, frente a la izquierda (PSOE), indecente, cobarde, insensata y, por supuesto, inoperante. Rosa Díez, que luce aún con absoluta impudicia el cargo de eurodiputada del PSOE, se atreve a decir que IU y los nacionalistas vascos y catalanes nunca han querido la derrota de ETA. A tamaño disparate, le sucede otra barbaridad, por ejemplo que el presidente Rodríguez Zapatero se ha rendido a ETA. Y a continuación, sin que uno tenga tiempo ni siquiera de recuperarse del flechazo, otro contertulio de tres al cuarto lanza un nuevo dislate para disfrute de una audiencia mayoritariamente afín, que es la que ha sido invitada a seguir el debate en vivo. Los representantes de la izquierda (moderada) no dan abasto, por lo que a menudo se limitan a gesticular, incrédulos o molestos, ante el bombardeo de topicazos y falsedades con el que la muchachada de la derecha tiene a bien agasajar a sus oponentes y a los que nos colamos de rondón en el programa. Es increíble que un talento como Javier Pérez Royo, más allá de las coincidencias que despierte en cada quien, tenga que aguantar a verdaderos cernícalos que el mayor esfuerzo que realizan, físico, que no mental, es el de poner a prueba sus cuerdas vocales. Lo verdaderamente grave no es que en este país se sigan ofreciendo espectáculos de quinta categoría como si fueran geniales aportes; tampoco que el nivel de discusión se mantenga en parámetros propios de una taberna; ni siquiera que las consignas y los epitafios y los rumores suplanten, por sistema, al análisis y a los argumentos. Lo realmente grave es que ese discurso emocional, revanchista, huero, cale en millones de ciudadanos de este país. Y que, además, se traduzca en votos contantes y sonantes. Desde hace tiempo, en estos terruños, se respira en algunos ambientes cierta melancolía imperial. Y sólo hace falta repasar la historia de los últimos quinientos años para saber que las unidades de destino en lo universal nos han llevado sistemáticamente a la ruina, anímica y social. Por lo demás, que el preocupante fin de la tregua de ETA sirva para desguazar todavía más a Rodríguez Zapatero, y no para reflexionar de manera conjunta y sin exclusiones políticas de ningún tipo sobre el alcance del anuncio, sólo refleja el talante miserable de quienes desde hace ya un buen rato se dedican a embarullar la actualidad. Reniegan de la memoria histórica, pero siguen apostados en las peores barricadas.

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