La derecha que no cesa...

La derecha española galopa de nuevo. Galopa, que no trota, porque lo suyo es avasallar. Van estas líneas al calor del debate que sostuvieron en el Parlamento el presidente José Luis Rodríguez Zapatero y el líder del PP, Mariano Rajoy, a propósito de la malhadada tregua de ETA. Escuché atentamente al primero, y también al segundo. Y no pude evitar el respingo cada vez que el señor Rajoy se trepaba a la tribuna para, con una desfachatez propia del señorito de cortijo que se dirige a sus jornaleros en día de paga, tildar a Zapatero de insensato, incompetente, suicida… y un largo etcétera de calificativos que lamentablemente suenan cada vez con más frecuencia por estos lares sin que el sustento les acompañe. Ciertamente, a Zapatero le faltan muchas veces agallas para sacar el florín y tocar de una vez por todas al adversario. Le pueden las formas; y la decencia. Porque si mal no recuerdo, los pecados mortales del Presidente fueron reconocer su gran error de la víspera del atentado, cuando proclamó su optimismo sobre el futuro del proceso de paz, asumir la impertinencia del diálogo con ETA en las actuales circunstancias y proponer un pacto antiterrorista que incluya a todos los partidos parlamentarios, cuantos más, mejor. La respuesta de Rajoy, en el peor tono chulesco, fue que ya existe un pacto contra el terrorismo (excluyente, por cierto, aunque sea por la mínima), que no hay nada que dialogar con ETA, cuando el PP lo hizo en similares circunstancias, y que hay que acogotar policial y judicialmente ni más ni menos que al 13 por ciento de la población vasca, que es el que apuesta en las urnas por el entorno etarra. Desde hace tiempo tengo claro que, además del problema terrorista, en el País Vasco existe un conflicto de naturaleza política. No se explica de otra forma el respaldo que muchos ciudadanos vascos le prestan a Batasuna, en las urnas y en la calle, y los constantes barómetros que nos hablan de las inquietudes independentistas que arraigan, aunque no sean del gusto general, en esa zona norteña. Por eso también, y desde hace muchos años, soy un firme partidario de la autodeterminación en este país que se llama España y que no acaba de cuajar después de quinientos años de ser inaugurado. Por supuesto, el reajuste de la convivencia pasa por la reglamentación del procedimiento, por la elaboración de una pormenorizada hoja de ruta, por los listones parlamentarios, a la canadiense, vaya. Sin embargo, me temo que seguiremos en las mismas, evitando matices sustanciales con tal de que el escenario no se nos distorsione demasiado. En cualquier caso, tras la disquisición y regresando a nuestra muy medida realidad, a quien corresponde en última instancia pergeñar la política antiterrorista es al Gobierno y no al principal partido de la oposición. Y cuando Rodríguez Zapatero se plantea, con el apoyo de la mayoría del Congreso de los diputados, la búsqueda de la paz en el País Vasco por todos los medios a su alcance, hace falta ser montaraz para plantarle cara públicamente. Y mucho más cavernícola para adjudicarle en exclusiva el fracaso de la intentona. Lamentablemente, tenemos una derecha infame. Siempre la hemos tenido. Y así, habrá sectores que medren, pero no habrá colectivo que progrese realmente.

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