España, país de segunda división

Llama la atención el titular del diario “El País” a propósito de la cumbre de líderes mediterráneos de la Unión Europea (UE) que se celebrará en Atenas el próximo nueve de septiembre.

“Excluida del triunvirato dirigente, España juega en la segunda división de la UE”, resalta el diario engañosamente, ya que sugiere que alguna vez el país ibérico jugó o estuvo a punto de jugar en la división de honor.

Nada más lejos de la realidad. Por su perfil más bajo, España siempre ha estado excluida del sanedrín de la UE, integrado por Francia, Alemania y el indómito Reino Unido, con Italia como invitada recurrente.

España está considerada una potencia media. Y el hecho de que se observe en el espejo como una prima donna, sólo conduce a la frustración sistemática, porque en el tablero internacional las casillas que cuentan están ya asignadas.

En esta ocasión también influyen los complejos acumulados, algunos de ellos remanentes de la época imperial. Y al igual que los últimos presidentes españoles se afanaron inútilmente en conseguir que España formara parte del selecto Grupo de los Ocho, recibiendo una y otra vez la callada por respuesta, la prensa ibérica se empeña en sobredimensionar al país ibérico atribuyéndole supremacías ficticias.

No es una cuestión de deméritos o infravaloraciones; se trata simplemente de que España asuma su condición mediana y desista de participar en ligas que no le corresponden y cuya persecución merma considerablemente sus posibilidades de actuar en ámbitos más afines, en los que podría ejercer con más eficacia y mucho más reconocimiento.

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