La desfachatez de los intelectuales (españoles)

Efectivamente existe en España cierta desfachatez a la hora de predicar sobre las realidades que más nos ocupan, pero no solo por parte de los llamados intelectuales que en lo fundamental siguen ausentes de los debates que interesan.

También los periodistas, los artistas (farándula incluida), los deportistas y los integrantes de otros tantos gremios se permiten opinar sobre tirios y troyanos sin otro bagaje que su intuición, muy bien pagada por cierto. Con el mismo desparpajo hablan del conflicto en Medio Oriente, de las elecciones en Estados Unidos, de los atentados yihadistas, de la reforma laboral o de las consecuencias de la ablación. Sentando cátedra.

En ningún otro país se dan cita tantos indocumentados en torno a una mesa de plató. Pero desde que al iluminado de turno se le ocurrió que todas las opiniones son respetables, sin que importe su enjundia, los tertulianos encontraron un nuevo aliciente para seguir estafando a la audiencia con sus frívolos comentarios sobre lo divino y lo humano.

Y lo mismo reza para escritores y artistas. ¿Quién diablos los avala para emitir continuamente juicios de valor sobre fenómenos nacionales e internacionales que consumen a diario la energía de sesudos analistas cuyo parecer apenas trasciende?

Por todo ello, altamente recomendable el libro de Ignacio Sánchez Cuenca, “La desfachatez intelectual”, que ha merecido la crítica furibunda de los pensantes orgánicos españoles, más atentos a rentabilizar los beneficios del pesebre que a satisfacer las necesidades cognitivas de una ciudadanía embrutecida por tanto ruido mediático y tan pocas nueces.

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