Zapatero, a tus zapatos

El nuevo bulo que ha circulado profusamente en redes sociales sobre una supuesta elevación de la alerta antiterrorista en España, ha vuelto a poner en evidencia la necesidad de que la información, como material sensible que es, esté en las mejores manos posibles.
Las redes no son herramientas de comunicación, por más que algunos gurús cibernéticos se empeñen en sobredimensionar su impacto mediático.
La gran mayoría de los usuarios de internet, sencillamente, no están capacitados para informar. Sus tips, comentarios o señalamientos pueden servir en el mejor de los casos como referencias para que los medios de comunicación y los reporteros que trabajan en los mismos, indaguen más a fondo si es que hay elementos suficientes para activar la maquinaria y seguir la pista.
Las redes sociales carecen de credibilidad y, por lo mismo, tampoco garantizan (en realidad no lo necesitan), que sus contenidos respondan a la veracidad y el rigor, dos de las señas fundamentales del buen periodismo.
Su naturaleza es utilitaria, informalmente provechosa, y de ahí que no puedan ser consideradas como transmisores fiables, con el agravante de que la mayoría de los internautas prefieren camuflar su identidad con seudónimos, nombres de pila, siglas o anonimato, lo que estimula la impunidad entre los irresponsables de turno, que no son pocos.
En esta ocasión, el Ministerio del Interior ha tenido que emitir un comunicado oficial desmintiendo que se haya elevado la alerta antiterrorista en España, tal como se afirmaba con insistencia en las redes sociales.
"Cualquier modificación en el nivel de alerta antiterrorista se transmite a los medios de comunicación y se hace pública a través de los canales habituales de comunicación del Ministerio del Interior y de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Otros canales de comunicación que no sean los oficiales no tienen credibilidad en materia de alerta antiterrorista y, muchas veces, solo pretenden provocar estados de temor en la población u otros fines totalmente ajenos a la seguridad", advierte la dependencia.
Muchos de los bulos son inofensivos; pero otros son altamente tóxicos, mucho más perjudiciales por la ligereza con la que los usuarios remiten el chascarrillo multiplicando exponencialmente su alcance.
Los internautas no son especialistas en el manejo de la información y, por lo tanto, tampoco se ven obligados a verificar las fuentes ni contrastar la noticia que reciben. Se limitan a reenviarla. Si es un troll el emisor original del chisme, el desmadre adquiere proporciones mayúsculas.
La figura del ciudadano-periodista que algunos se empeñan en promocionar, es una patraña. No existe como tal, de la misma manera que tampoco existen el ciudadano-fontanero, el ciudadano-maquillador o el ciudadano-espeleólogo.

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